Muchas veces decimos que las matemáticas están por todas partes, refiriéndonos a la universalidad y la importancia que estas tienen en nuestras vidas, incluso en las cosas más mundanas. Pero pocos ejemplos más curiosos hay de hasta dónde puede llegar el impacto de las matemáticas como el célebre proyecto de ley del estado de Indiana sobre π, que intentó establecer una verdad científica por decreto legislativo.
Acompañadnos en este viaje por la fascinante historia de cómo el número π casi se convierte en 3.2.
La historia comienza, como todas las historias que merecen ser contadas, con una persona con una motivación férrea y muy poco sentido común. Nuestro héroe, Edward J. Goodwin, era un médico de Indiana con afición por las matemáticas. El interés de Goodwin residía en el antiguo problema de cuadrar el círculo, un popular rompecabezas matemático que ha intrigado a los académicos desde la antigüedad. Este desafío consiste en construir un cuadrado con la misma área que un círculo dado, usando solo un compás y una regla, una tarea que resulta imposible debido a la naturaleza trascendental de nuestro amigo el número π.
A pesar de esta imposibilidad matemática, Goodwin no se dejó amedrentar y llegó a encontrar lo que, al menos para él, era la solución a este problema. Sus esfuerzos culminaron en una propuesta que sugería indirectamente varios valores incorrectos para π, incluido el infame 3.2. El trabajo de Goodwin, profundamente defectuoso desde el punto de vista matemático, llamó la atención de la Asamblea General de Indiana de la forma más inesperada.
En 1897, impulsado por una mezcla de entusiasmo e ingenuidad, Goodwin logró convencer al diputado de la asamblea Taylor I. Record para introducir el proyecto de ley número 246 en la legislatura de Indiana. El proyecto, que contenía las propuestas de Goodwin, no mencionaba a π por su nombre. Sin embargo, implicaba una redefinición de π a un valor inexacto a través de las soluciones propuestas a los problemas de cuadrar el círculo y otros dilemas geométricos.
La propuesta de ley pasó por la Cámara de Representantes de Indiana sin problemas, con un voto unánime. “Un proyecto de ley que introduce una nueva verdad matemática y se ofrece como una contribución a la educación para ser utilizada solo por el Estado de Indiana de forma gratuita, sin pagar regalías de ningún tipo por la misma.”
Parecía, por un momento, que Indiana estaba al borde de legislar una verdad matemática, un concepto tanto extraño como sin precedentes. Sin embargo, el viaje del proyecto de ley encontró un obstáculo en el Senado de Indiana. La comunidad matemática, inicialmente incrédula ante las implicaciones del proyecto, comenzó a expresar sus preocupaciones más abiertamente.
La ciencia al rescate
Durante uno de los debates previos a la ratificación de la ley por el senado, el profesor C.A. Waldo, matemático de la Universidad de Purdue, intervino antes de que el desaguisado llegara a más. Waldo se encontraba en la cámara del senado por casualidad, para discutir sobre los presupuestos de educación. Cuando le dejaron ver el documento de la propuesta de ley, (acompañado del generoso ofrecimiento de tener el honor de conocer al genio visionario que había logrado encontrar la cuadratura del círculo), Waldo se llevó las manos a la cabeza e intervino para asegurarse que los senadores eran conscientes del error que estaban a punto de cometer.
Los esfuerzos de Waldo subrayaron un punto crucial: los ámbitos de las matemáticas y la gobernanza legislativa, aunque distintos, pueden cruzarse de formas inesperadas y potencialmente problemáticas. El Proyecto de Ley de π de Indiana fue finalmente archivado, pero su fracaso sirve de testimonio sobre la necesidad de la vigilancia de la comunidad científica para evitar la proliferación de la desinformación y los peligros de legislar sin contar con la participación de los expertos y académicos pertinentes.
La saga del proyecto de ley ha quedado en la memoria no solo como una anécdota curiosa en los anales de la historia matemática, sino también como una reflexión más amplia sobre la naturaleza de la experiencia, la importancia de la educación y los límites de los organismos que nos gobiernan. Sirve sin duda como un recordatorio de que, si bien la curiosidad y la innovación impulsan el progreso, una comprensión fundamental de los principios involucrados es indispensable.
Al final, π sigue siendo un número irracional, su valor intacto por decreto legislativo, pero la historia del proyecto de ley 246 es un recordatorio duradero de las complejidades que surgen cuando diferentes esferas del esfuerzo humano cruzan sus caminos.